sábado, 3 de mayo de 2008

RAMON MARIA DEL VALLE-INCLAN


  • Ramón María del Valle-Inclán

Nació en Villanueva de Arosa (Pontevedra) en 1866 y murió en Santiago de Compostela en 1935. Después de una accidentada estancia en México, paso la mayor parte de su vida en Madrid; aunque siempre estuvo vinculado a su tierra gallega. Fue conocido tanto por el valor de su obra literaria como por su extraña figura: largas melenas y barbas, vestidos estrafalarios y gestos desmesurados de gran señor. Perdió su brazo izquierdo en una pelea. Dirigió en Roma la Academia Española de Bellas Artes.

Aunque estudiamos a Valle-Inclán dentro de la Generación del 98, no mostró ningún interés por muchos de los problemas ideológicos que preocuparon a los hombres de su generación. Sus preocupaciones son fundamentalmente estéticas.

Cultivó todos los géneros literarios, pero destacó en la novela y en el teatro. Demostró el magnífico dominio que poseía sobre los recursos expresivos del idioma. Su estilo está marcado por dos etapas bien diferenciadas. Las obras de la primera están escritas en una prosa refinada y exquisita, llena de musicalidad y de sensaciones de color. La segunda se caracteriza por una visión pesimista de la realidad, que se expresa a través de un lenguaje desgarrado y de un humor deformante. Crea los esperpentos: obras en las que deformaba sistemáticamente la realidad mediante la creación de personajes grotescos que se mueven en ambientes raros y sorprendentes.

  • Sus obras de la primera etapa:

- Novelas: Las cuatro Sonatas, Los cruzados de la causa, El resplandor de la hoguera, Gerifaltes de antaño.
- Teatro: Águila de blasón, Romance de lobos.
- Poesía: El pasajero.

  • A la segunda etapa pertenecen:

- Novelas: Tirano Banderas.
- Teatro: Luces de bohemia.
- Poesía: La pipa de Kif.

Los cruzados de la causa (Valle-Inclán)
Esta novela histórica tiene como tema las guerras carlistas. El autor sitúa la acción en su Galicia natal, lo que permite que pueda recrear de forma artística el paisaje de su tierra, que tanto amó. Esta novela pertenece a su primera época, en la que, influenciado por el Modernismo, no se propone ser fiel a los acontecimientos históricos, sino crear un mundo de belleza.

En el fragmento puedes apreciar tres partes: La primera y la última nos sitúan en el ambiente y lugar de los hechos. La parte central dialogada, nos comunica los acontecimientos. En el texto hay un ambiente de misterio dentro de una sensación de belleza lograda a partir del vocabulario, la sonoridad de las palabras y el ritmo lento y pausado de las frases.

COMENTARIOS DE LAS MUJERES SOBRE LA GUERRA

Caballeros en mulas y a un buen paso de andadura, iban dos hombres por aquel camino viejo que, atravesando el monte, remataba en Viana del Prior. A tiempo de anochecer entraban en la villa espoleando. Las mujerucas que salían del rosario, viéndoles cruzar el cementerio con tal prisa, los atisbaron curiosas sin poder reconocerlos, por ir encapuchados los jinetes con las corazas de juncos que usa la gente vaquera en el tiempo de lluvias por toda aquella tierra antigua. Pasaron los jinetes con hueco estrépito sobre las sepulturas del atrio, y las mujerucas quedáronse murmurando apretujadas bajo el porche, ya negro a pesar del farol que alumbraba el nicho de un santo de piedra. Voces de viejas murmuraban bajo el misterio de los manteos:

-¡Son las caballerías del palacio!

-Esperaban, días hace, al señor mi Marqués. Viene para levantar una guerra por el Rey Don Carlos.

-¡Y el sacristán de las monjas espareció!

-Bajo el Crucero de la Barca dicen que hay soterrados cientos de fusiles.

-El sacristán no se fue solo, que con él se partieron cuatro mozos de la aldea de Bealo. A todos los andan persiguiendo.

-No quedará quien labre las tierras. Aquellos mozos que no van a la guerra por la su fe, luego se van por la fuerza a servir en los batallones del otro Rey.

-¡Nunca tal se vio como agora! ¡Dos reyes en las Españas!

-¡Como en tiempos de moros!

-Bárbara la Roja, que tiene al marido contrabandista, va diciendo por ahí que el sacristán dejóse ver con una partida en la raya de Portugal.

-¡Santo fuerte, si lo cogen lo afusilan!

-¡Afusilado murió su padre!

-¡No hay plaga más temerosa que la guerra que se hacen los reyes!

-¡Las Españas son grandes y podían hacer partición de buena conformidad!

-Son reyes de distinta ley. Uno bueno cristiano, que anda en la campaña y se sienta a comer el pan con sus soldados. El otro, como moro, con más de cien mujeres, nunca pone el pie fuera de su gran palacio de la Castilla.

Amenguaba la lluvia, y las viejas dejaron el abrigo del porche, encorvadas bajo los manteos, chocleando los zuecos. Se dispersaron, y algunas pudieron ver que estaban iluminadas las grandes salas del Palacio de Bradomín. El Marqués acababa de descabalgar ante la puerta que aún conservaba, partidas en dos pedazos, las cadenas del derecho de asilo. El caballero legitimista venía enfermo, a convalecerse en aquel retiro de una herida alcanzada en la guerra.

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